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Fracturas en la coalición de Trump por Irán e inmigración

El presidente de Estados Unidos Donald Trump se está enfrentando con que es más difícil gobernar que hacer campaña

JIM CASON
DAVID BROOKS
LA JORNADA/EU

Donald Trump se está enfrentando con que es más difícil gobernar que hacer campaña. El domingo, el mandatario declaró al mundo por su red social que “Irán e Israel deben llegar a un acuerdo”, pero para este martes demandó el “rendimiento incondicional” de Teherán, y estos giros inesperados también han marcado su política antimigrante como la de comercio.

La Casa Blanca reitera que estos giros son parte del estilo de negociar tan elogiado (por él y su gente), y no revelan ningún cambio de política, titubeos o incertidumbre. Pero si decide o no sumar a Estados Unidos a la guerra de Israel contra Irán, lo que sí queda expuesto son fracturas profundas en el llamado movimiento MAGA (Make America Great Again) que también han afectado y pueden detonar graves problemas en otros rubros desde migración, aranceles y relaciones con México.

Esta semana, tres figuras con gran influencia en el movimiento trumpista, el locutor y comentarista Tucker Carlson, el comentarista y estratega político derechista Steve Bannon y el organizador del movimiento estudiantil conservador Charlie Kirk, se pronunciaron públicamente en contra de impulsar una guerra contra Irán. “Si Estados Unidos promueve el cambio de régimen en Irán, no sería la primera vez. También lo hicimos en los cincuenta…. El resultado a largo plazo de ese golpe de Estado fue desastroso”, comentó Kirk en su programa de radio. Bannon y Carlson atacaron a los “belicistas” que estaban intentando arrastrar al presidente a una guerra innecesaria con graves consecuencias para Estados Unidos.

Durante su campaña presidencial, Trump declaró repetidamente que pondría fin a todo involucramiento de Estados Unidos en guerras alrededor del mundo para enfocarse en “America primero”. Criticando a sus antecesores demócratas y republicanos por crear conflictos bélicos innecesarios, prometió que sólo él podría lograr un acuerdo de paz entre Ucrania y Rusia en 24 horas, evitaría la guerra con China, tal vez un acuerdo de paz con Corea del Norte, y una vez en la Casa Blanca dijo que estaba buscando un acuerdo con Irán.

Pero al salir de la reunión del Grupo de 7 el lunes para regresar a Washington, la retórica de Trump indica que ahora está favoreciendo la opción militar en torno a Irán. “Sabemos exactamente dónde se está escondiendo el llamado ‘Líder Supremo’. Es un blanco fácil, pero está seguro ahí -No lo vamos a eliminar (¡matar!), por lo menos no por ahora”, amenazó. Admitió que Estados Unidos ya está directamente involucrado, afirmando que “nosotros ahora tenemos control completo y total de los cielos sobre Irán y concluyó con otro mensaje más:: “¡Rendición Incondicional!”.

Con ello, no sólo detonó un torrente de especulación entre los “expertos” y los medios -justo lo que deseaba- sino dejo al descubierto la ausencia de consenso dentro de su propio círculo.

A la vez, ante los nuevos tambores de guerra, legisladores demócratas y, notablemente, algunos republicanos, impulsaron proyectos de ley para obligar al presidente a solicitar autorización del Congreso antes de ordenar acciones militares contra Irán. El senador Bernie Sanders encabezó esa iniciativa en la cámara alta con otros siete colegas. Uno de ellos, el republicano Rand Paul declaró que “no es la tarea de Estados Unidos involucrarse en la guerra israelí contra Irán”. En la cámara baja, el demócrata Ro Khanna se unió al republicano ultraconservador Thomas Massey para promover un proyecto de ley paralelo al de Sanders copatrocinado por los diputados progresistas Alexandria Ocasio-Cortez, Greg Casar, Jesús Chuy García, Ilhan Omar entre otros.

Ninguno de estos proyectos de ley prosperarán a tiempo para frenar al presidente si decide atacar a Irán, pero el intenso debate público sobre el tema también se está desatando dentro de la Casa Blanca desde el inicio. “Lo que cuentan es que todos están buscando la atención del presidente y las batallas sólo se están calentando cada vez más”, comentó a La Jornada una fuente que conversa de manera constante con integrantes del gabinete y sus segundos en el gobierno de Trump.

Estas pugnas sobre Irán y guerras también suceden en torno a otros temas. Fue Trump quien aseguró que las amenazas de aranceles resultaría en acuerdos comerciales favorables para Estados Unidos sin provocar inflación, y que el manejo de la política antimigrante tendría beneficios inmediatos para el país. Pero en todos estos rubros, Trump no ha logrado cumplir con sus promesas y más aún están ahora enfureciendo a partes de sus bases conservadoras y generando rechazo a sus políticas entre supuestos aliados.

Eso se manifestó la semana pasada cuando Trump ordenó a su servicio de migración (ICE) pausar redadas contra sectores agrarios, restauranteros y hoteleros después de recibir quejas y presión de empresarios y granjeros. Pero para el lunes se reportó que la Casa Blanca estaba anulando esa orden para continuar con los operativos antimigrantes en esos sectores otra vez.

Esa misma dinámica ocurre con los aranceles, y ahora el secretario del Tesoro Scott Bessent explicó la semana pasada que espera extender la pausa de 90 días sobre aranceles con algunos de los principales socios comerciales de Estados Unidos. Pero otro asesor del presidente, Peter Navarro, insistió la semana pasada en que los aranceles del 50 por ciento al acero “son necesarios para escudar a la industria estadunidense”.

Estas disputas internas están incluso afectando la relación con México más alla de los temas de siempre. Fue Charlie Kirk quien acusó primero, en su incluyente podcast, que Claudia Sheinbaum estaba alentando protestas violentas en Los Ángeles. Menos de 12 horas después, la secretaria de Seguridad Interna Kristi Noem repitió esa acusación durante una reunión en la Casa Blanca con el presidente. Trump no lo reiteró, pero tampoco corrigió.

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