La influencia del Dios africano Ruja en la Danza de los Diablos de Costa Chica

ANDREA MENDOZA
AMAPOLA PERIODISMO

La danza de los Diablos de la Costa Chica tiene sus orígenes en la época novohispana con la llegada de distintos esclavos de África a lo que hoy es México.

La población negra desplazada de su territorio y despojada de su lengua, tradiciones y cultura buscó nuevas maneras de sostener su identidad por medio de la danza.

Uno de los principales ejemplos es la Danza de los Diablos de la Costa Chica, una danza afromexicana hecha para el dios negro Ruja, un dios africano al que se honraba para pedir ayuda y que la población negra se liberara del esclavismo.

Esta danza es representada por doce personas vestidas con harapos color negro, algunos usan chaparreras con mechones de pelo de caballo, simulando dos patas, posiblemente de una cabra.

En la cara usan máscaras con barbas largas de pelo de caballo, cuernos grandes de algún animal como cabra o venado y unas orejas largas y puntiagudas.

Estos objetos son una simbología de lo que la iglesia católica consideraba objetos aludidos a la semejanza de satán.

Para la población negra, esta danza no tenía que ver con ningún aspecto de maldad, pues según el historiador y promotor cultural José Luis Correa Catalán, para los negros el bien y el mal siempre iban en conjunto, uno no podía existir sin el otro.

Además, los negros, al igual que los indígenas, no tenían conocimiento de lo moral; de lo bueno y lo malo. «Para ellos solo eran dioses y sus dioses también creían en el caos como una forma de transformación», mencionó Correa Catalán.

A la hora de bailar, cada uno de los danzantes toma un papel en la danza. El principal es Tenango, el diablo mayor, quien es el que lidera la danza de principio a fin, carga un chirrión como los hacendados déspotas de la época, que usaban este tipo de artefactos para castigar a los esclavos negros e indígenas.

También se halla La Minga, personificado por un hombre en la mayoría de los bailes, vestido con harapos, faldas y blusas con holanes. La Minga es la madre de todos los diablos.

De acuerdo con el historiador Rafael Rubí Alarcón, este personaje es una burla para las mujeres novohispanas de una posición económica alta.

Estas burlas son un recurso político para externar sus malestares y desobediencia ante el yugo español, así la población negra mantenía sus creencias y sus identidades por medio de la danza, la burla y las personificaciones.

La influencia negra se puede observar en los pasos fuertes que tienen los danzantes, tal como en el movimiento de caderas de la minga. En los instrumentos musicales se hayan la jarana, el cajón y la guitarra. Los dos primeros son una influencia chilena y afrodescendiente que se impuso en la Nueva España.

Con el paso del tiempo, la danza adquirió cosmovisiones europeas e indígenas, por lo que en algunas partes del estado de Guerrero se considera como una danza mestiza.

La Danza de los Diablos es considerada patrimonio cultural, según la Secretaría de Cultura, por ser una de las expresiones culturales que simbolizan la lucha contra el esclavismo, racismo y el desarrollo de la conciencia política.